A medida que las primeras hojas de la planta de té verde comienzan a brotar, la plantación se cubre con un manto de tela negra para protegerlas de los rayos del sol. Este ingenioso truco mantiene la luz solar a raya, asegurando que la teanina no se transforme en tanino, lo que a su vez provoca el desarrollo de un sabor dulce y menos astringente. Después de una espera de 88 días, comienza la cosecha manual.

Una vez recolectadas, las hojas de té emprenden su viaje hacia nuestra fábrica, donde se les somete a un suave baño de vapor a temperaturas elevadas. Este paso crucial detiene en seco la actividad de las enzimas de fermentación, manteniendo ese exuberante y vibrante color verde.

A continuación, eliminamos meticulosamente las venas y cualquier tallo que se haya colado en la recolección. Las hojas de té se clasifican por color mediante aire, un proceso que las transforma en Tencha, el precursor del matcha.

El Tencha se transporta a nuestras instalaciones de molido. Allí, se muele finamente hasta convertirse en polvo mediante molinos de piedra, asegurando que la textura permanezca suave y sedosa. Cada molino trabaja todos los días del año, procesando hasta 40 gramos de té matcha por hora.