También conocida como ácido ascórbico, la vitamina C ha ganado popularidad como un remedio antienvejecimiento.
Hoy en día, la vitamina C es sinónimo de belleza por muchas razones. No solo por sus conocidos beneficios para nuestro organismo —como fortalecer el sistema inmunitario (“¡toma naranjas para no resfriarte!”)— y su papel en la formación de colágeno, sino también por su potente acción antioxidante, que combate los radicales libres.
Según los expertos, la vitamina C es probablemente el antioxidante tópico más potente disponible actualmente en el mercado, ya que estimula naturalmente la producción de colágeno.
En la práctica, su impacto en la piel se asocia con una mayor luminosidad, elasticidad y firmeza.
Alimentos ricos en vitamina C
Aunque la vitamina C que obtenemos a través de la alimentación puede no ser suficiente para notar efectos visibles en la piel, es importante consumirla a diario para fortalecer el sistema inmunitario y favorecer diversas funciones del organismo, como la cicatrización rápida.
Además, nuestro cuerpo no produce ni almacena vitamina C, por lo que debemos prestar atención a nuestra dieta para asegurar un aporte adecuado. Aquí tienes cinco alimentos fáciles de incorporar:
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Papaya: Conocida por favorecer la digestión y ser baja en calorías, la papaya contiene 70 mg de vitamina C por cada 100 gramos, es decir, 20 mg más que la naranja. Además, mejora la absorción del hierro, aumentando los niveles de energía.
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Té matcha: Nuestro querido té matcha contiene una cantidad generosa de vitamina C, que depende de la pureza de las hojas y del cuidado durante la cosecha. En el caso de las variedades orgánicas y de grado ceremonial, puede contener hasta 300 mg de vitamina C por cada 100 gramos. Si estás empezando a consumir matcha, te recomendamos adquirir un set para prepararlo fácilmente.
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Kiwi: Además de aportar una buena cantidad de vitamina C, el kiwi contiene 295 mg de potasio por cada 100 gramos, lo que ejerce un efecto diurético en el organismo y ayuda a reducir la retención de líquidos.
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Grosella negra (blackcurrant): Aunque no sea un ingrediente muy común en la cocina, la grosella negra es una de las frutas con mayor contenido en vitamina C, llegando a tener cuatro veces más que la naranja, con 189 mg por cada 100 gramos. Puedes incorporarla a guisos, tartas o salsas.
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Brócoli: Como ves, hay opciones para todos los gustos. El brócoli es una excelente fuente de vitamina C. Lo ideal es consumirlo crudo, pero si prefieres cocinarlo, hazlo al vapor y sin sobrecocerlo para conservar todas sus propiedades.
Aplicar vitamina C de forma tópica
Una vez que has incorporado estos alimentos a tu dieta, es importante tener en cuenta algunos aspectos antes de aplicar vitamina C directamente sobre la piel:
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¿Cuál es tu pH?: La absorción de la vitamina C depende del tipo de piel. Si tienes piel sensible, lo ideal es usar una fórmula con pH natural (entre 5 y 6). Si tu piel es normal o resistente, puedes optar por una fórmula con pH más bajo para mejorar su absorción.
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No olvides el protector solar: A diferencia de lo que se cree, la vitamina C no causa manchas ni aumenta la sensibilidad al sol. Sin embargo, debe aplicarse debajo del protector solar (mínimo SPF 30) para potenciar su efecto y neutralizar el daño causado por los radicales libres.

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Los sérums son una excelente opción: El sérum facial se ha convertido en un básico en las rutinas de cuidado de la piel por su alta concentración de activos. En el caso de la vitamina C, los sérums ayudan a mantener su estabilidad y a mejorar su penetración en la piel.
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Manéjalo con cuidado: Guarda tu producto con vitamina C en un lugar fresco y oscuro. Por eso suele venir en envases de vidrio oscuro. Asegúrate de que esté bien cerrado para preservar sus propiedades antioxidantes.
Con estos consejos, esperamos haberte ayudado a comprender mejor el mundo de la vitamina C y a animarte a aumentar su consumo, tanto a través de los alimentos como de tu rutina de cuidado facial.